Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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Terapia de pareja: consideraciones desde el esquema de referencia operativo. A. Alarcón


TERAPIA DE PAREJA: CONSIDERACIONES DESDE EL ESQUEMA DE REFERENCIA OPERATIVO

Amalia Alarcón Pulpillo. Psiquiatra
Paloma González Díaz-Carralero. Psiquiatra
Rosario Pérez Moreno. Psiquiatra


Para abordar la terapia de pareja con orientación psicoanalítica operativa. He revisado algunos textos de Enrique Richón-Riviere con la ayuda del “Diccionario de términos y conceptos de psicología y psicología social”; pero los textos que hicieron evolucionar la idea fueron fundamentalmente los de “Simbiosis y ambigüedad” de José  Bleger y “psicoanálisis operativo; A propósito de la grupalidad” de A.Bauleo, A:Monserat y F.Suarez.(recientemente publicado).

Como señalaba Ferenzi y recoge Bauleo “Los fenómenos de masa de la vida afectiva pueden manifestarse también en el análisis de un grupo restringido de personas como la familia o la pareja”. Esta cita resulto una buena forma de comenzar y a la vez resumir el espíritu de esta comunicación.

El acercamiento a la terapia de pareja fue surgiendo por un criterio de operatividad en le interjuego de oferta y demanda. El pedido inicial ante un terapeuta suele ser de una terapia individual, en este caso seria atender a uno de los miembros de la pareja que es el señalado como enfermo. Lo que últimamente aparecía en mi consulta con cierta frecuencia era una situación simbiótica, donde ambos miembros de la pareja se hallaban afectados. Se observaba como las parejas de los pacientes presentaban una gran incidencia de patología de diverso tipo como somatizaciones, ansiedad, depresión y trastorno de la personalidad; que podían ser previos o incluso aparecer a lo largo del tratamiento, ya que habían permanecido latentes.

Todo esto irrumpía de diversas formas en la terapia individual a modo de resistencia. Me pregunté ¿Cómo instrumentalizar ese material psicológico tan valioso? ¿Cómo trabajar con síntomas que aparecían en el vínculo de pareja del paciente en lugar de en el propio paciente? La decisión fue modificar la oferta e incluirlas en el tratamiento.

Para empezar esto suponía el replanteamiento de algunos aspectos formales como la tarea y el encuadre, tanto para los pacientes como para el terapeuta. Desde le principio me resulto llamativo como las parejas de los pacientes designados aceptaban y aceptan incluso con alivio el nuevo encuadre y la reformulación del pedido en una nueva tarea. Se evidenciaba como la formación individual del terapeuta y sus propias resistencias eran un obstáculo para ofrecer continentes más apropiados a las cuestiones de vínculo de la pareja.

La nueva tarea pretendería el esclarecimiento de la relación entre los miembros de la pareja y de éstos con el exterior, tanto como pareja como individuos. En este propósito se incluirían las relaciones con el pasado de cada uno y con sus esquemas de referencia previos, e implica que los individuos puedan realizar un acercamiento a la idea de que son sus pautas de vinculación las que colocarían la enfermedad aparentemente en uno de ellos. El vínculo entre ambos a de ser sólido y el deseo y compromiso de permanecer en la tarea serían parte esencial para iniciar el tratamiento. Valorar dicha premisa haría necesaria la realización de algunas entrevistas previas. Me resultaría interesante poder reflexionar en este punto; ya que considero diferente la existencia de núcleos patológicos simbióticos o sincréticos (que seria lo que se aborda en el tratamiento), de la fortaleza o fragilidad del vínculo y el deseo de trabajo psíquico común.

Según Bleger y teniendo en cuenta el binomio simbiosis-ambigüedad la función de la terapia seria esclarecer los núcleos de indiferenciación o sincréticos existentes en el vínculo de pareja en su globalidad y no como una suma de dos individuos.

Para Bleger la función sintética del yo tiene la ambigüedad como perturbación; al no existir una discriminación o diferenciación entre lo placentero y lo disruptivo; lo agradable y lo desagradable; lo deseado y lo no deseado, no se puede producir la integración o síntesis de ambas facetas. Los núcleos sincréticos provendrían de estas facetas indiscriminadas en ambos miembros de la pareja que van confluyendo en el proceso de formación del vínculo. Por lo tanto, la deducción del índice de ambigüedad que señalaba Pichón como propósito en los grupos operativos, sería algo común al desarrollo de la terapia de pareja.

En el transcurrir del tratamiento, sobre todo al inicio, se observa una gran confusión, tanto de las funciones y roles como de los límites de ambas personalidades o casi de sus personas, que les dificulta, e incluso bloquea, la comunicación. Se producen sobreentendidos, adjudicación de intenciones, silencios acusatorios, a veces continuas disputas y amenazas de abandono.

Al facilitarse la comunicación en el ámbito de la terapia, se va percibiendo y van percibiendo, que el grado de proyección entre ambos es intenso. Es un momento muy positivo en la terapia, ya que se pone en evidencia la fantasía previa de semejanza. En este punto la flexibilidad o rigidez de los esquemas de referencia previos, es decir, del bagaje afectivo-cognoscitivo con el que afrontaron las vicisitudes cotidianas, favorecerá o no la posibilidad de un nuevo proceso de comunicación con menor tendencia a la estereotipia.

A lo largo de este proceso parte de las proyecciones, como es de esperar, se volcarán en el terapeuta, por la dificultad de asumir los propios afectos. Este fenómeno, que se enmarcaría en la transferencia, debería ser abordado sistemáticamente y, siempre que sea posible, por el terapeuta, pues la figura del terapeuta en la terapia de pareja, como señalaré un poco más adelante, guarda determinadas características, y existiría el riesgo de una relación transferencial negativa.

En el interjuego de las ansiedades básicas de pérdida y ataque circulará el miedo por la inviabilidad de la pareja, pero una vez en este punto con el esclarecimiento de sus temores, se producirá una nueva vuelta en la espiral dialéctica (Pichon-Rivière).
 
La función del terapeuta ofrece varias peculiaridades en este tipo de tratamiento. Ha de hacerse cargo de que materializa “el tercero”, que siempre existe en cualquier dinámica grupal, y que en el caso de grupos más amplios es de mayor flexibilidad por la multiplicidad de los vínculos.

Su labor es funcionar a modo de coordinador grupal, como facilitador de la comunicación entre los sujetos, pero dicha peculiaridad le colocará con mayor frecuencia ante situaciones dilemáticas, que retrasarán la buscada situación dialéctica. Como en el grupo operativo se ocuparán de la resistencia al cambio y de la aparición de estereotipias. En muchas ocasiones será excluido al producirse la alianza de los dos miembros de la pareja, y en otras se podrá instaurar un clima paranoide en el que la fantasía que circula hará ser al terapeuta el amante de uno u otro miembro de la pareja de forma alternante.
 
Estas peculiaridades hacen que el terapeuta haya de permanecer muy al tanto de la contratransferencia, de su propio esquema de referencia y de sus parejas previas, tanto adultas como infantiles.


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